A nuestros hijos les ha tocado vivir cosas inexplicables; no solo en el contexto local -que ya de por sí es absurdo-; sin duda, serán una generación con mucho para contar y enseñar.
Les ha tocado madurar de la forma más extraña posible; Lo único que podemos hacer es llevarlos de la mano y hacérselos más llevadero.
No podemos seguir “romantizando” la miseria. ¿Hasta cuando?.
No, no se trata de una “prueba que nos hará mejores”; tampoco “es lindo ver cómo nuestros hijos superan las pruebas de la vida”; crecer siempre ha sido complejo, pero “crecer en pandemia” le suma cientos de circunstancias al contexto que no lo hacen “la mejor experiencia”, ni les proporciona “la prueba más dura porque son los mejores soldados de Díos”, sencillamente los hace seres humanos que buscan no desvanecerse ante un contexto que hace todo lo posible por minimizarlos y desviarlos de cualquiera que sean sus sueños.
“Romantizar” la desgracia y el optimismo desmedido, -a los bordes de esperar una utopía- en gran parte es lo que nos ha traído hasta acá; si queremos salir de este y todos los males, lo primero que debemos hacer es aceptar que tenemos mucho que resolver y que no vamos ni para donde queremos, ni cómo queremos, solo así tomaremos medidas…
Mientras tanto, recuerden que nuestros hijos siguen “creciendo”, es un proceso que no se detiene…
Ricardo Arispe, 2020.